La actividad circense en Chile se remonta al siglo XIX con la presentación de espectáculos ecuestres y eventos acrobáticos que deslumbraron a la población con desfiles, música y gran dinamismo.
La llegada de la primavera es anunciada en septiembre, cuando tradicionalmente se levanta a lo largo y ancho de nuestro territorio, un sinnúmero de carpas multicolores pertenecientes a los circos. Terminada la temporada de septiembre, los circos parten de gira al norte y sur de Chile, llevando entretención hasta los confines más apartados del país.
Antiguamente, la alegría comenzaba con el desfile de los artistas circenses por el pueblo o ciudad. Luego, en la carpa se daba inicio a la función, la mayoría de las veces dirigida por el maestro de ceremonia, quien presentaba a viva voz los diferentes números con sus respectivos artistas: payasos, contorsionistas, equilibristas, trapecistas, acróbatas, malabaristas, magos, domadores, músicos y animales amaestrados. El espectáculo era amenizado por la banda de circo, más conocida como «murga», que con sus marchas y fanfarrias otorgaban ritmo, suspenso y dinamismo a toda la función. Todo un mundo dispuesto para cumplir un propósito esencial; entretener a los niños y cautivar a los adultos.
El circo en Chile se remonta a los primeros años del 1.800 cuando solistas y pequeñas familias trashumantes se presentaban en distintos espacios como plazas, establos, chinganas. Números de poca complejidad como malabares o contorsiones se presentaban en picaderos improvisados, donde el publico proporcionaba la mayor de las veces sus propios lugares para sentarse a verlos actuar. Ya para el 1827 se presentan en la capital grandes circos Ingleses, Japoneses, que ponen en el conocimiento y el sueño de los circenses nacionales, la carpa, las graderías, la iluminación y los animales exóticos
En 1885, cuando la familia de los hermanos Pacheco llegó a Valparaíso desde el extranjero e inauguró el primer circo chileno. Sin embargo, sus antecedentes se remontan a comienzos del siglo XIX y a mediados de éste se presentaron en nuestro país funciones extraordinarias de equitación, números ecuestres con caballos amaestrados. También eran bastante frecuentes los espectáculos de maravillas gimnásticas.
A comienzos del siglo XX fue el apogeo del circo chileno, el cual tempranamente se definió con características propias. Recogió e incorporó lo mejor de los circos extranjeros a los rasgos del pueblo chileno, conformándose como un espectáculo de dos partes: una primera con los clásicos números circenses, y una segunda consistente en una pantomima, en un espectáculo de música popular o de folclor.
La actividad circense era compleja y difícil. Los primeros circos chilenos eran pequeños, con carpas reducidas y pocos integrantes, de modo que los artistas debían turnarse para trabajar en las pistas, la boletería o tras bambalinas en la producción del evento. Con el tiempo, el negocio del circo en nuestro país ha evolucionado de pequeñas empresas circenses, donde el payaso o tony era una de las figuras principales y eje de las presentaciones, hacia grandes circos de costosos artistas con números especializados y de prestigio internacional. Estos circos manejaban mayores presupuestos, tenían mejores carpas y se ubicaban en lugares estratégicos o locales cuyas instalaciones contemplaban mayores comodidades. El primer circo nacional que se constituyó como una gran empresa fue el Circo Las Águilas Humanas.
La estructura del circo chileno ha permanecido casi intacta desde su origen hasta la actualidad. Las empresas circenses de hoy y de antaño se han conformado generalmente a partir de familias de artistas que transmiten la profesión de generación en generación. Los niños que nacen en este ambiente artístico, reciben la herencia de conocimientos y técnicas de sus padres, y normalmente se integran a las pistas con sus propios números. De este modo, en los anales del circo chileno se conservan los nombres de varias familias dedicadas al espectáculo circense: Los Tachuela, Los Salazar, Los Montes de Oca, Los Caluga, Los Mazzini, los Farfán, los Ventura y Los hermanos Corales. Incluso este último clan legó el apodo de «Señor Corales» a todos los maestros de ceremonia de los circos nacionales.
Durante la década del noventa ingresó con fuerza en los círculos circenses nacionales el «Nuevo Circo», una tendencia nacida en Europa alrededor de los años setenta que transformó el circo tradicional, introduciendo propuestas teatrales y otras artes escénicas como la danza y la música. El «Nuevo Circo Chileno», además tomó una orientación social destinada a rescatar niños y jóvenes en situación de riesgo, a través de la experiencia circense.
En la actualidad, y a pesar de los avances y las transformaciones surgidas en el mundo de las comunicaciones y los espectáculos, el circo chileno ha logrado mantenerse vigente, constituyendo un importante motivo de convocación para la población. Es por este motivo que en septiembre del 2007 se aprobó la ley N° 20.216 de protección y fomento de la actividad circense nacional, que reconoció al circo como una manifestación tradicional de la cultura chilena.
*Sitio temático basado en la investigación de Pilar Ducci G. Años de circo: historia de la actividad circense en Chile.